La devoción a la Virgen María fue muy difundida por los franciscanos y a la vez aceptada por los fieles. Muchas son sus reproducciones y constantes sus manifestaciones artísticas. Esta pintura describe la ternura de una Madre Divina para con su hijo, la misma que se proyecta, con la mirada fija de la Virgen, hacia el espectador.
Es una pintura que propone engalanar la figura materna, con todo lo que ella representa, para tal efecto, los ángeles suspendidos en la parte superior, lanzan flores a la “Madre del Amor Hermoso”; dos querubines sostienen su corona, mientras que otros, sostienen en la base la suspensión de la Virgen que también es Inmaculada.
Es casi común, encontrar en las obras quiteñas, la adaptación e incorporación de elementos locales en las representaciones, en este caso, se puede apreciar el aparecimiento de querubines con alas de aves amazónicas.
Nótese el estofado en oro, tanto en los ribetes del vestido como en la corona de la Virgen.