La escultura quiteña, en especial la que se realizó durante el s.XVIII, destaca por su fineza y alto nivel en su ejecución, alcanzando, inclusive, estándares de exportación.
Uno de los máximos representantes de esta producción artística, es el imaginero Manuel Chili, natural de Quito, quién supo plasmar en las expresiones, movimientos y pliegues de sus imágenes, el conocimiento avanzado de la anatomía humana. Es tan alto su valor interpretativo, que algún crítico, afirmó, al referirse de las obras de este artista quiteño, que “parecieran que están respirando”.
Esta representación de la “Asunción”, mantiene el dinamismo del barroco en todo su conjunto, nótese el incesante interés de recubrir la vestidura con el esgrafiado en oro, sin dejar ningún espacio libre para este ornamento, de tal forma, que se adapta muy talentosamente a los pliegues del vestido.
El éxtasis alcanzado en el rostro de la Virgen, es una marca registrada, donde claramente prevalece la alta sensibilidad en la ejecución, sensibilidad, también demostrada en los ángeles, que están suspendidos en el aire, y que provocan la sensación del vuelo hacia los cielos. Alcanzar ese nivel interpretativo, es digno de un homenaje al artista.