San Antonio de Padua, es uno de los santos franciscanos, posiblemente, más venerados luego de la figura de San Francisco. Natural de Lisboa, toma los hábitos franciscanos en el año de 1221. Sacerdote, teólogo de la Iglesia, ejerce su ministerio pastoral por orden de San Francisco en varias ciudades de Francia e Italia.
Se le atribuyen varios hechos milagrosos, entre los que más destacan, “le predicación de los peces”; “el milagro de la mula y la Eucaristía”; “la resurrección”, de un cadáver que supuestamente había matado su padre; entre otros acontecimientos. También se lo asocia como el Santo “de las causas perdidas”, y sobre todo como el “Santo del amor”, cuya tradición popular, otorga al Santo el atributo de conceder pareja amorosa a quien la solicita.
De este último atributo milagroso, trata la obra de B. Rodríguez, en la que se describe, de manera práctica y sencilla, el milagro que concedió San Antonio a una muchacha que no tenía de dónde pagar la dote para poder desposarse con su amado. La pintura muestra tres escenas del acontecimiento: por un lado, la madre de la muchacha desconsolada quien le aconseja que vaya hablar con Antonio para recibir consuelo; la escena principal, en la que la enamorada mujer, recibe de manos del Santo, una carta escrita que es válida por el valor en peso de la dote; y una tercera escena, en la que un recaudador, somete a prueba en una balanza, el peso de las monedas y la carta de San Antonio, sorprendiéndose, porque la hoja de papel superó su valor al del peso impuesto.