Constituye uno de los lugares más místicos y relajados del Convento Franciscano de Quito. Realizado en el s. XVII, posee todos sus elementos en perfecto estado de conservación, tal es el caso de la sillería con sus altos relieves de mártires franciscanos, o el mueble del fascistol hecho con la técnica de la taracea, su órgano tubular en donde se compuso el Himno a Quito, y su fastuoso artesonado de estilo mudejar, son los tesoros estilísticos y artísticos que destacan en este espacio único y exclusivo.